Un nuevo enfoque para diagnosticar la obesidad en Estados Unidos está cambiando la forma en que se clasifica esta condición, y los números son impactantes. Según un estudio publicado en Annals of Internal Medicine en julio de 2025, cerca del 18,8% de los adultos previamente considerados con sobrepeso ahora serían clasificados como obesos bajo un marco actualizado propuesto por la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO). Este cambio podría significar que más de la mitad de los adultos en el país encajan en la categoría de obesidad, un dato que pone en perspectiva la magnitud de este problema de salud pública.
El marco de la EASO, presentado en 2024, va más allá del tradicional índice de masa corporal (IMC), que mide el peso en relación con la altura. Ahora, se incorporan los efectos de la masa grasa en la salud y otras medidas como la relación cintura-altura para identificar complicaciones relacionadas con la obesidad. Los investigadores aplicaron este criterio a una muestra representativa de 44,030 adultos de entre 18 y 79 años, obtenida de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES) entre 1999 y 2018, y los resultados muestran un cambio significativo en cómo entendemos esta enfermedad.
Un enfoque más completo
Con el método basado solo en el IMC, alrededor del 35,4% de los adultos en el estudio eran considerados obesos. Sin embargo, bajo el nuevo marco, esta cifra se dispara al 54,2%. Esto significa que muchas personas que antes estaban en la categoría de sobrepeso, con un IMC entre 25 y 30, ahora se clasifican como obesas si presentan condiciones como hipertensión, diabetes, artritis o enfermedad cardiovascular. De hecho, entre los recién clasificados como obesos, el 79,9% tenía hipertensión, el 33,2% artritis, el 15,6% diabetes y el 10,5% enfermedades cardiovasculares, según el estudio.
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Este nuevo enfoque busca identificar a las personas con obesidad de manera más precisa, enfocándose en cómo el exceso de grasa afecta la salud de los órganos y la calidad de vida. Por ejemplo, una persona con un IMC moderado pero con problemas de salud relacionados con la grasa visceral podría no haber sido considerada obesa antes, a pesar de los riesgos. Este cambio podría ayudar a los médicos a intervenir antes y ofrecer tratamientos más personalizados.
Impacto del nuevo marco en la salud pública
El aumento en el número de personas clasificadas con obesidad tiene implicaciones enormes para el sistema de salud. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la obesidad afecta actualmente al 40,3% de los adultos en EE.UU., y está vinculada a enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y ciertos tipos de cáncer. La reclasificación podría significar que más personas sean elegibles para tratamientos como medicamentos contra la obesidad, cirugía bariátrica o programas intensivos de cambio de estilo de vida.
Sin embargo, los investigadores advierten que aún se necesita más trabajo para determinar si las personas recién clasificadas se beneficiarían de estos tratamientos. La EASO enfatiza que el objetivo no es solo etiquetar a más personas como obesas, sino mejorar la atención médica al reconocer la obesidad como una enfermedad crónica basada en la grasa corporal, no solo en el peso. Esto podría cambiar las políticas de salud pública, desde campañas de prevención hasta el acceso a tratamientos especializados.
Un problema creciente con nuevas perspectivas
El nuevo marco llega en un momento en que la obesidad sigue siendo un desafío global. Según la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia de obesidad en adultos a nivel mundial se duplicó entre 1990 y 2022, y en EE.UU., las tasas han crecido constantemente en las últimas décadas. Estados como Colorado y Hawái tienen las tasas más bajas, con un 24,9% y 26,1% respectivamente, mientras que en 23 estados, más del 35% de los adultos viven con obesidad, según el informe State of Obesity 2024 de Trust for America’s Health.
La comunidad médica está empezando a adoptar este enfoque más integral. Por ejemplo, el marco de la EASO también considera factores como la calidad de vida y el impacto psicológico de la obesidad, lo que podría llevar a un mejor manejo de condiciones como la depresión o los trastornos del sueño, comunes entre quienes viven con esta enfermedad. Aunque el cambio en la clasificación no resuelve el problema de inmediato, sí abre la puerta a una nueva forma de entender y abordar la obesidad en EE.UU. y más allá.
Mientras tanto, los médicos y las autoridades de salud están atentos a cómo este marco podría influir en las decisiones de tratamiento y en la forma en que las personas perciben su propia salud. La reclasificación no solo pone un reflector sobre la gravedad del problema, sino que también destaca la necesidad de soluciones más accesibles y personalizadas para millones de estadounidenses que enfrentan los desafíos de la obesidad todos los días.