En un contexto de redadas y amenazas a DACA, los dreamers viven con temor mientras luchan por un camino legal definitivo. La presión aumenta con el regreso de Donald Trump a la presidencia.
La historia de José López comienza como la de muchos otros jóvenes inmigrantes en Estados Unidos: llegó desde México siendo niño, creció en el sur de Los Ángeles y no supo que era indocumentado hasta que quiso tramitar su licencia de conducir en la preparatoria. Fue entonces cuando se enfrentó por primera vez a la dura realidad de vivir sin papeles.
En 2012, la creación del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) cambió su vida. López, junto a otros jóvenes en su misma situación, formó parte de Dream Team Los Ángeles, una organización que ayudó a impulsar el programa durante el gobierno de Barack Obama.
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Dreamers bajo amenaza: DACA en la cuerda floja
Para muchos jóvenes como José, DACA ofreció una oportunidad para trabajar, estudiar y conducir sin miedo a ser deportados. Sin embargo, el programa no otorgó un camino hacia la ciudadanía y ha enfrentado constantes ataques legales desde su creación.
Vista de una manifestación en apoyo al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), en una fotografía de archivo. EFE/Mike Nelson
Actualmente, existen alrededor de 538.000 beneficiarios activos de DACA, según datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS). Aunque en sus inicios llegó a proteger a más de 800.000 personas, el número se ha reducido por las restricciones y la incertidumbre jurídica.
En enero, un tribunal federal de apelaciones declaró ilegal el programa, aunque sin eliminarlo del todo, dejando la decisión final en manos de la Corte Suprema. Esta situación ha incrementado la preocupación de los dreamers, especialmente ante el endurecimiento del discurso del presidente Donald Trump.
El temor crece ante deportaciones masivas
Durante su primer mandato, Trump intentó eliminar DACA, argumentando que era una medida inconstitucional. Su actual administración ha intensificado las políticas de control migratorio, provocando redadas masivas en varios estados, incluidas ciudades como Los Ángeles, donde miles de inmigrantes han salido a protestar en las calles.

Vista de una manifestación en apoyo al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), en una fotografía de archivo. EFE/Michael Reynolds
José López ya no depende de DACA, pues obtuvo su residencia legal en 2021 tras casarse con su esposo, ciudadano estadounidense. A pesar de ello, continúa luchando por quienes siguen siendo beneficiarios del programa. “Cuando creamos este programa, nunca pensamos que 13 años después seguiríamos peleando”, afirma.
El temor de que Trump tome acciones directas contra los dreamers ha crecido entre los jóvenes inmigrantes. Algunos reportan haber sido detenidos por agentes de ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) pese a contar con protección vigente. Las redadas no solo se enfocan en personas con antecedentes penales, sino en trabajadores, padres de familia y jóvenes con años de residencia en el país.
Dreamers exigen ciudadanía y estabilidad migratoria
Aunque DACA permitió a muchos como José y Liliana —otra inmigrante del Estado de México— ejercer sus carreras profesionales y vivir sin miedo inmediato a la deportación, ambos reconocen que el programa fue una solución temporal. “Es una curita en una herida muy grande”, dice José.
Liliana ha vivido en Estados Unidos desde 1995, se graduó en Ciencias Políticas y trabaja en defensa de la educación. A pesar de su trayectoria, no tiene certeza sobre su futuro. “DACA nunca ha sido un camino a la ciudadanía. Ha sido un ciclo de renovar cada dos años sin saber si será la última vez”, explica.
Ambos coinciden en que los verdaderos “dreamers” fueron sus padres, quienes los trajeron a Estados Unidos en busca de una vida mejor. “Ellos tuvieron el sueño de cambiarnos la vida. Ahora son los que no tienen estatus, los que enfrentan más riesgos. Por ellos también seguimos luchando”, afirma José.
La comunidad de beneficiarios de DACA ha organizado marchas, creado redes de apoyo y trabajado con abogados para orientar a nuevos solicitantes. Muchas de estas organizaciones funcionan sin fines de lucro y sin cobrar por los servicios legales.
En medio de la tensión política, las declaraciones de Trump han generado mayor alarma. Durante su campaña y en recientes discursos, ha reiterado su intención de “limpiar” el país de inmigrantes ilegales, lo que incluye a quienes llegaron siendo niños y han vivido casi toda su vida en Estados Unidos.
Las organizaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes han intensificado sus esfuerzos para presionar al Congreso a aprobar una legislación que garantice la ciudadanía para los dreamers. Sin embargo, la polarización política y el control del Senado hacen difícil que una ley de este tipo prospere a corto plazo.
Mientras tanto, José y miles como él siguen en pie. Algunos han conseguido regularizar su estatus por otras vías, pero muchos más siguen dependiendo de un programa que podría desaparecer en cualquier momento. Las historias de vida, los logros profesionales y el impacto económico de estos jóvenes no han sido suficientes para asegurarles un lugar permanente en el país que consideran su hogar.