La administración del presidente Donald Trump ha intensificado su ofensiva contra los cantantes de narcocorridos, un género musical mexicano que narra historias de narcotraficantes y crimen organizado. El Departamento de Estado anunció la revocación de visas a artistas que, según las autoridades, promueven actividades de grupos clasificados como organizaciones terroristas, como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa. Entre los primeros afectados está la banda Los Alegres del Barranco, cuya entrada a Estados Unidos fue bloqueada tras un concierto en Guadalajara donde proyectaron imágenes de “El Mencho”, líder del CJNG.
El subsecretario de Estado, Christopher Landau, confirmó la medida en redes sociales: «No vamos a extender una alfombra roja a quienes enaltecen a criminales y terroristas». La decisión se basa en una política que permite al gobierno estadounidense cancelar visas por razones de seguridad nacional, intensificada desde que Trump asumió su segundo mandato en enero de 2025. La administración ha designado a varios cárteles mexicanos como grupos terroristas, lo que da sustento legal a estas acciones contra los intérpretes de narcocorridos.
La banda sinaloense Los Alegres del Barranco perdió sus visas de trabajo y turismo tras su presentación el 29 de marzo en el Auditorio Telmex. Durante el evento, mostraron en pantalla al líder del CJNG, un acto que desató investigaciones tanto en México como en EE.UU. Aunque no se han revelado nombres adicionales de manera oficial, artistas como Peso Pluma, Luis R. Conríquez y Natanael Cano, conocidos por sus letras sobre el narco, estarían bajo escrutinio, según fuentes del Departamento de Justicia.
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Narcocorridos: un género en la mira
El impacto de esta política trasciende a Los Alegres del Barranco. Los narcocorridos, que han ganado popularidad global gracias a plataformas como Spotify y YouTube, enfrentan ahora un obstáculo significativo para sus intérpretes. Peso Pluma, por ejemplo, cuenta con más de 42 millones de oyentes mensuales y tiene programada una actuación en el Sueños Festival de Chicago el 24 de mayo de 2025. Sin embargo, su visa podría estar en riesgo si las autoridades determinan que sus letras glorifican a figuras del crimen organizado.
El secretario de Estado, Marco Rubio, defendió la medida en una declaración reciente: «Una visa no es un derecho, es un privilegio. Si tus acciones amenazan nuestra seguridad, no eres bienvenido». La administración ha revocado más de 800 visas en los últimos dos meses, incluyendo a estudiantes propalestinos y otros considerados promotores de violencia, pero esta es la primera vez que se aplica masivamente a un sector cultural específico como el de los narcocorridos.
En México, la respuesta ha sido mixta. El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, anunció que su estado prohibirá presentaciones que exalten la violencia, con sanciones económicas y penales para los infractores. «No basta con indignarse, hay que actuar», afirmó tras el incidente de Guadalajara.
Narcocorridos y el debate cultural
Los narcocorridos no son un fenómeno nuevo. Surgidos como una evolución de los corridos tradicionales, narran desde hace décadas las hazañas de figuras como Joaquín «El Chapo» Guzmán o el mencionado «El Mencho». Sin embargo, su auge reciente, impulsado por el subgénero de los «corridos tumbados», ha coincidido con un aumento de la violencia en México y una postura más dura de EE.UU. contra el narcotráfico. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) ya había sancionado a individuos vinculados a cárteles, pero esta nueva medida apunta directamente a los artistas.
La política de Trump podría afectar a decenas de cantantes que dependen de giras en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Houston, donde residen grandes comunidades mexicoamericanas. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) está revisando expedientes de artistas con presentaciones próximas, y se espera que más nombres sean añadidos a la lista de excluidos en las próximas semanas.
Mientras tanto, en Tijuana y Culiacán, algunos músicos han comenzado a ajustar sus repertorios, evitando referencias explícitas a capos del narco. Sin embargo, la incertidumbre persiste para quienes ya tienen una carrera consolidada en este género. El futuro de los narcocorridos en el mercado estadounidense pende de un hilo, mientras la administración Trump refuerza su mensaje: la música que celebre a los cárteles no tiene cabida al norte del Río Bravo.