¿La designación de Mike Waltz en la ONU favorecería a EE.UU.?. Asimismo, ¿su presencia ayudaría en la relación entre Trump y la organización? ¿Cómo?
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En un movimiento sorpresivo, el presidente Donald Trump anunció la nominación de Mike Waltz, hasta ahora asesor de Seguridad Nacional, como embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas (ONU), tras su salida del Consejo de Seguridad Nacional (NSC). La decisión, que llega tras el escándalo conocido como “Signalgate” –donde Waltz accidentalmente incluyó a un periodista en un chat de Signal sobre ataques militares en Yemen–, plantea preguntas cruciales: ¿favorecerá esta designación los intereses de EE.UU.? ¿Cómo podría Waltz contribuir a resolver problemas globales? Y, en un contexto de tensiones entre Trump y la ONU, ¿mejorará su presencia la relación entre el país y la organización?
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Este análisis explora las implicaciones de este cambio en el escenario internacional, en un momento en que Trump insiste en que la ONU “no está haciendo el trabajo” y debe “poner su casa en orden”.
Un cambio abrupto tras “Signalgate”
Mike Waltz, un ex congresista de Florida y veterano de las Fuerzas Especiales del Ejército, asumió el cargo de asesor de Seguridad Nacional en enero de 2025, al inicio del segundo mandato de Trump. Su salida, confirmada por el presidente en un mensaje en Truth Social, se produce semanas después de que Waltz comprometiera la seguridad de comunicaciones al invitar accidentalmente a Jeffrey Goldberg, editor de The Atlantic, a un chat donde altos funcionarios discutían ataques contra los hutíes en Yemen.
Aunque Trump inicialmente minimizó el incidente, calificándolo como un “fallo técnico”, la presión interna y las críticas por la filtración llevaron a su reasignación. En su lugar, el secretario de Estado Marco Rubio asumirá interinamente el rol de asesor de Seguridad Nacional, una decisión histórica que recuerda a la era de Henry Kissinger en los años 70.
La nominación de Waltz como embajador ante la ONU, que requiere confirmación del Senado, no es un retiro, sino un cambio estratégico.
“Mike Waltz ha trabajado arduamente para poner los intereses de nuestra nación primero”, escribió Trump, destacando su experiencia militar, legislativa y en el NSC. Sin embargo, el movimiento ha generado debate: algunos, como el vicepresidente JD Vance, lo describen como una “promoción”, mientras otros, como el ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton, anticipan “audiencias de confirmación brutales” debido al escándalo de Signal.
¿Favorecerá los intereses de EE.UU.?
La llegada de Waltz a la ONU podría beneficiar a EE. UU. si logra alinear las prioridades de la organización con la agenda de “América Primero” de Trump. Como ex miembro de los comités de Asuntos Exteriores y de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Waltz tiene experiencia en temas de seguridad global, especialmente en contraterrorismo y la rivalidad con China.
Su postura hawkish –favorable a políticas duras contra adversarios como Irán y China– podría fortalecer la influencia de EE.UU. en el Consejo de Seguridad, donde se toman decisiones clave sobre sanciones y misiones de paz.
Sin embargo, su enfoque beligerante también presenta riesgos. Fuentes internas citadas por Reuters señalan que Waltz fue considerado “demasiado hawkish” para un Trump reacio a intervenciones militares prolongadas, lo que sugiere posibles tensiones con la visión del presidente. Además, su falta de experiencia diplomática directa podría complicar negociaciones en un entorno multilateral donde el consenso es clave. La designación de Waltz parece responder más a una necesidad de reubicarlo tras “Signalgate” que a un plan claro para maximizar la influencia estadounidense en la ONU.
La ONU enfrenta desafíos críticos: conflictos en Ucrania y Gaza, el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Waltz, con su trasfondo en seguridad, podría impulsar iniciativas en áreas como la prevención de conflictos y la lucha contra el terrorismo.
Por ejemplo, la ONU ha estabilizado regiones como Liberia mediante misiones de paz que combinan diplomacia y seguridad. Waltz podría abogar por misiones más ágiles, integrando tecnologías como la inteligencia artificial para monitorear conflictos en tiempo real, una práctica que la ONU ya explora.
En el ámbito del cambio climático, Waltz podría respaldar el Pacto Mundial de la ONU, que moviliza al sector privado para cumplir los ODS. En 2024, esta iniciativa generó alianzas en países como México, reduciendo emisiones y mejorando condiciones laborales.
Como embajador, Waltz podría atraer a empresas estadounidenses a compromisos climáticos, aunque su alineación con la postura escéptica de Trump sobre el cambio climático podría limitar su impacto. Su experiencia legislativa le da habilidades para negociar, pero su éxito dependerá de su capacidad para adaptarse a un rol diplomático y superar el estigma de “Signalgate”.
EE.UU. y la ONU: una relación tensa
La relación entre Trump y la ONU es tensa. En febrero de 2025, Trump retiró a EE.UU. del Consejo de Derechos Humanos, suspendió permanentemente los fondos a la UNRWA y ordenó una revisión de la membresía en la UNESCO, acusando a estas entidades de sesgos antiisraelíes. Sus declaraciones de que la ONU “no está haciendo el trabajo” reflejan una visión transaccional, donde la organización debe servir directamente los intereses estadounidenses. En este contexto, Waltz enfrenta un desafío monumental: mejorar esta relación sin comprometer la agenda de Trump.
Waltz podría actuar como un puente, usando su lealtad a Trump para transmitir las prioridades del presidente mientras aprovecha su experiencia en el Congreso para negociar con otros países. Por ejemplo, podría apoyar la propuesta de Trump de una resolución de paz en Ucrania, un tema que el presidente ha priorizado.
Sin embargo, su historial hawkish y el precedente de “Signalgate” podrían generar escepticismo entre los diplomáticos de la ONU, especialmente en el Consejo de Seguridad, donde China y Rusia suelen vetar propuestas de EE.UU. La capacidad de Waltz para construir coaliciones será crucial, pero su falta de experiencia en foros multilaterales podría ser un obstáculo.
La nominación de Waltz llega en un momento de inestabilidad. Su salida del NSC, junto con la de su portavoz Alex Wong, marca la primera gran reestructuración del equipo de Trump desde enero de 2025. Las críticas internas, que lo señalan como incapaz de coordinar eficazmente la política exterior, y las acusaciones de ser demasiado beligerante, sugieren que su transición a la ONU no será sencilla. Además, las audiencias de confirmación en el Senado podrían centrarse en “Signalgate”, lo que podría dañar su credibilidad antes de asumir el cargo.
Aun así, Waltz tiene oportunidades. Su experiencia en seguridad y su alineación con Trump le dan una plataforma para abogar por reformas en la ONU, como una mayor eficiencia en las misiones de paz o una supervisión más estricta de los fondos.
Si logra superar las audiencias y establecerse como un negociador eficaz, podría fortalecer la posición de EE.UU. en temas clave como la seguridad global y el comercio, al tiempo que modera las tensiones con la ONU.
La designación de Mike Waltz como embajador ante la ONU es un movimiento audaz que refleja tanto las dinámicas internas de la administración Trump como su enfoque hacia el multilateralismo. Si bien su experiencia en seguridad y su lealtad a Trump podrían beneficiar los intereses de EE.UU. en temas como la prevención de conflictos, su falta de experiencia diplomática y el peso de “Signalgate” representan riesgos. En cuanto a la relación con la ONU, Waltz tiene el potencial de ser un puente, pero solo si logra navegar las expectativas de Trump y las complejidades del sistema multilateral.
En un mundo marcado por crisis globales, el éxito de Waltz dependerá de su capacidad para transformar su nominación en una oportunidad para el liderazgo, no solo para EE. UU., sino para una ONU que enfrenta cuestionamientos sobre su relevancia. ¿Qué sigue? El Senado y el mundo estarán atentos.