Einer, Norma y Muñeca son de Honduras

Vamos a Estados Unidos con nuestra perrita, en grupo, porque solos es más peligroso. Lo peor es conseguir agua y comida; caminamos hasta doce horas bajo el sol. Ella se cansa, y a veces no la dejan subir a los autobuses, así que la cargamos. Es duro, pero no la dejamos: la tenemos desde que nació. Entre los tres nos damos fuerza. Nuestra perrita es parte de esta lucha, y juntos seguiremos hasta llegar.

Mensaje para los que odian a inmigrantes

«Este mensaje es para quienes critican a los inmigrantes. Ellos no se van por gusto, sino por necesidad. Dejan su país, familia y cultura buscando un mejor futuro, especialmente para sus hijos. Enfrentan miedo, soledad y discriminación, pero trabajan duro, en silencio, haciendo labores que muchos no quieren. No vienen a quitarte nada, sino a aportar. Antes de juzgar, ponte en sus zapatos. Ser inmigrante no es fácil. Respeta su esfuerzo, su lucha y su valentía.»

Venezolanos unidos con los Mexicanos

«Los inmigrantes venezolanos que han llegado a México han encontrado no solo un lugar para empezar de nuevo, sino también una comunidad hermana. Mexicanos y venezolanos comparten muchas costumbres, el idioma y sobre todo el calor humano. En mercados, en eventos culturales, o simplemente en el día a día, se nota cómo ambas culturas se entrelazan, creando lazos que fortalecen a toda la comunidad latina.»

Mil mexicanos se voluntariaron para ayudar

«Durante la Segunda Guerra Mundial, mil mexicanos, muchos sin documentos, se ofrecieron como voluntarios para pelear por EE.UU.. No buscaban medallas, sino justicia. Querían demostrar que los inmigrantes también aman esta tierra. Muchos murieron, otros regresaron como héroes olvidados. Honrar su memoria es reconocer el valor y compromiso de quienes luchan por un país que también sienten suyo.»

Eli, Colombia

Crucé el Darién tras perder mi trabajo en Tuluá durante la pandemia. Soy madre soltera de dos niños, a quienes dejé con su padre por seguridad. Con el brazo lesionado y hipertensa, emprendí el viaje. Me robaron todo en la ruta; mi brazo se infectó. En Panamá, un médico me llevó al hospital, donde me operaron. Vi mujeres golpeadas, violadas, rogando que no les quitaran la comida por sus hijos. Extraño a mis niños, pero sigo por ellos.

Anónimo, Venezuela

A los 31 años, vivo con mi mamá de 61 y mi hija de 6 en Riohacha, Colombia. Un disparo en 2017 me dejó con una discapacidad física, perforando mis órganos. Huí a Maicao por trocha, estuve dos meses hospitalizado y vendí piezas con un carrito para sobrevivir. Logré traer a mi familia, pero mi salud empeoró. En el Centro del Migrante de ACNUR me han curado y dado terapias. Me dicen: “primero la salud”. Aquí, poco a poco, reconstruimos nuestra vida.

Marcela, Venezuela

Migrar con niños es juzgado por todos, pero no teníamos opción. En Venezuela, pasábamos días sin comer; elegir entre alquiler o comida era imposible. Mi esposo y yo decidimos cruzar el Darién juntos, porque dejar a uno atrás significaba más sufrimiento. Sabemos que el camino es brutal, pero la fe nos sostiene. Queremos sacar a nuestros hijos adelante, darles un futuro. Cada paso es un riesgo, pero no hay vuelta atrás: juntos lo lograremos.

Latinos siempre compartiran su cultura

«Una de las cosas que los inmigrantes latinos siempre se van a llevar consigo es su cultura. No importa si han pasado cinco, diez o veinte años fuera de su país, su forma de hablar, de cocinar, de celebrar, siempre llevará un pedazo de su tierra. Ya sea en una fiesta familiar, en una comida compartida, o en una conversación casual, los latinos siempre encontrarán la manera de compartir su cultura con orgullo.»

Mensaje a doctores enfermeras y personal medico

«Este mensaje es para todos los doctores, enfermeras y personal médico que han atendido con tanto cariño y compromiso a los inmigrantes latinos. Gracias por su paciencia, por su dedicación, y por hacerlos sentir cuidados, valorados y respetados. Ustedes no solo curan el cuerpo, también sanan el alma. En nombre de toda la comunidad inmigrante, les decimos: gracias de corazón.»

Daniel González, Venezuela

En el único albergue de Arriaga, Chiapas, me aferro a la esperanza mientras enfrento un diagnóstico de anemia. Médicos Sin Fronteras me llevó a una clínica y luego al hospital, como ya lo habían hecho en Guatemala. Caminé 65 kilómetros, días sin comer, y eso me pasó factura. Este viaje es un peso enorme: el miedo a los controles migratorios, la incertidumbre de ser devuelto. Las mujeres y los niños lo sufren más. El daño psicológico de pensar que todo puede acabar en cualquier momento es lo que más nos marca. No hay palabras que calmen ese temor.

Joselina Aguirre, Honduras

Con mi pareja y cinco niños, salimos de Tapachula en caravana, pero la enfermedad y la falta de dinero nos frenan. Mi hija menor tiene fiebre, vómito y diarrea; yo también llevo días enferma. Dormimos en el parque de Arriaga, bajo el viento frío, sin techo. Mi pequeña me pide volver, pero sueño con un lugar seguro para ellos, con oportunidades. Cada paso es una lucha, pero no me rindo: quiero que mis hijos crezcan sin miedo, en paz.