Las recientes protestas en Gaza de cientos de palestinos contra Hamás han puesto en el foco las crecientes tensiones humanitarias en la región, donde la población enfrenta condiciones cada vez más críticas. Este lunes 24 de marzo, las manifestaciones, que se extendieron por varias zonas de la Franja, reflejaron el descontento de los habitantes con la gestión de Hamás, en medio de una crisis económica y social agravada por el conflicto en curso. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), más del 80% de la población en Gaza depende de ayuda humanitaria para sobrevivir, y las protestas han encendido alarmas sobre un posible colapso.
Las manifestaciones comenzaron en el campo de refugiados de Jabalia, al norte de Gaza, y se extendieron rápidamente a otras áreas como Khan Younis y Rafah. Los participantes, en su mayoría jóvenes, exigieron mejores condiciones de vida, acceso a alimentos y medicinas, y el fin de las restricciones impuestas por Hamás. «No podemos seguir viviendo así, sin electricidad, sin agua, sin futuro», gritaba un manifestante en un video compartido por la Autoridad Palestina, que ha evitado pronunciarse oficialmente sobre las protestas. La respuesta de Hamás fue contundente: las fuerzas de seguridad dispersaron a los manifestantes con gases lacrimógenos, y al menos 15 personas resultaron heridas, según datos preliminares de la Media Luna Roja Palestina.
Gaza: Efectos de las protestas
Las protestas contra Hamás han agravado una situación ya de por sí desesperada. La OCHA reportó que el acceso a alimentos en Gaza ha disminuido drásticamente, con un aumento del 30% en los casos de desnutrición infantil en el último año. La falta de electricidad, que limita el funcionamiento de hospitales y plantas de tratamiento de agua, ha empeorado las condiciones sanitarias. En este contexto, las manifestaciones han generado temores de que las tensiones internas compliquen aún más la distribución de ayuda humanitaria, que ya enfrenta obstáculos por los bloqueos y los enfrentamientos con Israel.
Te Recomendamos
Organizaciones internacionales han expresado su preocupación. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) advirtió que las protestas podrían derivar en una escalada de violencia si no se atienden las demandas de la población. «La gente está al límite. Sin una intervención urgente, la situación puede volverse insostenible», señaló un portavoz de la UNRWA. Además, el cierre temporal de algunos pasos fronterizos, como el de Rafah, tras las manifestaciones, ha retrasado la entrada de camiones con suministros esenciales.
Reacciones de Hamás
Hamás, que controla Gaza desde 2007, enfrenta uno de los mayores desafíos a su autoridad en años. Las protestas, aunque no son las primeras, destacan por su escala y por el contexto de creciente frustración entre los jóvenes, que representan más del 60% de la población de la Franja.
La organización ha acusado a «agentes externos» de incitar las manifestaciones, pero no ha presentado pruebas. En un comunicado, el Ministerio del Interior de Gaza, controlado por Hamás, afirmó que «no tolerará actos que desestabilicen la seguridad», lo que ha generado temores de una represión más severa.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela. La Unión Europea y Egipto han ofrecido mediar para facilitar el diálogo entre Hamás y los manifestantes, pero hasta ahora no hay avances concretos. En paralelo, Israel ha reforzado su presencia militar en la frontera, alegando preocupaciones de seguridad tras las protestas. La combinación de tensiones internas y externas pone a Gaza en una encrucijada, con los habitantes atrapados entre la lucha por sus derechos y un conflicto que no da tregua.
A medida que la situación evoluciona, los ojos del mundo están puestos en Gaza. Las protestas contra Hamás no solo reflejan el hartazgo de una población agotada, sino que también podrían marcar un punto de inflexión en la dinámica política de la región. Por ahora, los habitantes de la Franja siguen esperando soluciones que les permitan vivir con dignidad, mientras las organizaciones humanitarias redoblan esfuerzos para evitar una catástrofe mayor.